viernes, 6 de abril de 2012

Historia y reflexión I

El cinco de abril de hace 6 años era jueves como hoy. Su primer correo entró por la tarde pero yo no lo vi hasta el día siguiente, le fue fácil conseguir la dirección. Sin previo acuerdo, empezó un intercambio de correos, igual que en la obra “Amarse con los ojos abiertos” y también como en el libro, faltó sinceridad y sobró mentira.
Debe ser que en Semana Santa se “acordaba” de llamar mujeres porque me había llamado el miércoles santo de 2000. Mientras yo pintaba un techo subida a una escalera, hablamos:
¿Café?... no gracias, en otro momento….bla, bla, bla… ¡Me cansó tanto que le colgué el teléfono!
Me había llamado en enero (?) 2004 y hablado de la muerte de su madre, de su vida laboral, de…
¿Café?... no gracias, en otro momento….bla, bla, bla¿Te gustaría verme?, la pregunta me sorprendió tanto que no se me ha olvidado, sería de esperar un “me gustaría verte”… no gracias, en otro momento, pero si quieres, un día que vayas a ver a la gente, pásate por mi despacho….
Dos años después, un día de la última semana de marzo, volvió a llamar y lo mismo, sólo que esta vez, a los pocos días insistió otra vez y, después de recibir el consabido no y la misma sugerencia de ir a verme al trabajo (= a la vista del mundo), buscó mi correo y me escribió: “Cómo te acabo de decir por teléfono….”  Así empezaba ese primer correo que inició un intercambio epistolar y lo que siguió.
¿Por qué escribo sobre esto?, porque escribir la historia te ayuda a comprenderla, puedo colocarme un poco más lejos y “ver” lo que pasó como si fuera una persona ajena a los acontecimientos, reflexionar desde un poco más lejos e ir perdiendo la sensibilidad y con ello separar también de mi el dolor, la ira y prepararme para el perdón.
No le puse ningún interés a las llamadas. No se me pasó por la mente que estuviera borracho y que, cuando está borracho le da por llamar a “todas”. No se me pasó por la mente que al colgar el teléfono ya no recordara lo que acababa de hacer o decir. No se me pasó por la mente lo que se me venía encima…
Cuando siguieron las llamadas y los correos, no se me pasó por la mente que entre unas y otros estuviera llamando, enviando correos y chateando con esa “otra” que según él no existía… Tampoco que los fines de semanas “silenciosos” estuviese “ocupado de punta a rabo” con ella.
Pensé en que cuando un hombre insiste es porque tiene interés ¿o no?... ¡pero su “interés” en mi era bien distinto al que yo imaginé!
Pues sí, me metieron en un juego sin yo saberlo, sin conocer las reglas y en el que yo no sabía que había otra “jugadora” (¡ella si sabía de mi!).
...
Aún no se el nombre del juego: ¿escondite? ¿gallinita ciega? ¿el mentiroso?, lo que si se es que ellos jugaban a ganar y a mí me tocaba perder Si o Si.
Hasta aquí la historia, ahora viene la reflexión:
¿Debo culparme de algo? ¿Pude evitar lo que me pasó?