jueves, 22 de marzo de 2012

¿Una boda clandestina?

     Mi madre no me pregunta por mi salud. Sabe que me falta "gasolina", sabe de mi brazo izquierdo y de la rehabilitación pero jamás me pregunta. Me planteo si la niña que fui dedujo que la enfermedad era por propia culpa o que la niñas no se quejaban y que cuando estás mal te lo tragas y punto. Aún hoy es casi imposible que alguien me haya oído quejarme cuando verdaderamente he estado mal. ¿Eso es bueno o malo?  No lo se.
    Con respecto a mi madre la regla es sencilla: no contarle lo que no quiere oír y dejarla que se explaye con sus achaques.
 
     Hablamos todos los días y me cuenta sus visitas médicas, cuando tiene que volver al cardiólogo, dentista, oculista, etc., cuando tiene que hacerse análisis, etc., etc., etc.. Hoy no, hoy me ha dicho que la boda de mi amiga es mañana y me ha estado refiriendo los pormenores.
     Hace más de un mes que me enteré de la boda. Aunque hace muchos años que no veo a la novia, hay amistades que no cambian porque son casi tan antiguas como la vida.  Nacimos con apenas un par de semanas de diferencia, vivimos en el mismo edificio, estudiamos en el mismo colegio. ¡Cuántas horas de juegos habremos compartido!... después la vida nos llevó a cada una por su camino, pero cuando se pisan las aceras de la misma ciudad nunca se pierde la relación. En la actualidad son nuestras madres, ambas viudas las que están en contacto diario y a través de ellas nosotras. Yo intercambio correos con su hermana y ya le he hecho llegar mi felicitación.
 
    Los novios irán a casarse acompañados de los testigos nada más. Al día siguiente irán a comer con los familiares y amigos. Esa clase de boda -¿puedo llamarla intimísima?- es muy corriente allí, pero donde vivo ahora es tildada de clandestina. Sin duda las costumbres son reflejo del caracter de un pueblo y conforme pasan los años más siento que no pertenezco al grupo social que me rodea. 
 
Por primera vez en mi vida siento que si tengo raices, aunque fuera de la tierra, y me invade la nostalgia.
 
La pareja convive hace una veintena de años y dice mi madre que a "estas edades" no es previsible que vayan a fracasar.
 
 
(¡Ay si yo le hubiera contado a mi madre alguna de "esas cosas" que nunca ha querido escucharme!)