sábado, 30 de junio de 2012

¿Quién dice que el tamaño no importa?

            La pregunta sugiere un tema que le produce una enorme curiosidad a la mayoría de la gente -entre la que me incluyo- pero mi curiosidad abarca muchos campos y dentro de la ciencia tengo debilidad por la bioquímica incluida la propia del cerebro. Entender nuestro comportamiento desde “dentro del cerebro” es un viaje apasionante, desde hace muchos años he leído todo lo que encontrado y puedo comprender sobre el tema, fundamentalmente aquellos libros de divulgación que se entienden y no aburren.  
         Creo que inicialmente me interesé por la bioquímica de las llamadas enfermedades mentales… Supongo que mucha gente visualiza la imagen del cerebro cuando se habla de la mente pero ¿existe la mente? De existir ¿está en el cerebro?... Me costó darme cuenta que se responsabilizaba a la “mente” de todos los procesos del ser humano que no tenían explicación, por ejemplo la producción del pensamiento, la memoria o determinadas enfermedades que dejan de ser “mentales” en cuanto se averigua su bioquímica. Después me interesó el cerebro propiamente dicho, como feminista convencida esperaba el momento en que la ciencia demostrara que los cerebros de ambos sexos no tenían diferencias significativas. Durante muchos años se avanzó muy poco o yo no lo supe y de repente me he encontrado con un montón de libros interesantes de los cuales algunos me han sido “secuestrados”.
                                                                   …
           Hoy sabemos que los cerebros del hombre y de la mujer funcionan de forma diferente porque están sometidos  a los vaivenes de diferentes cantidades de hormonas  y neurotransmisores.  No seremos nunca iguales y no es un tema de educación.


           Estos días tengo entre manos un libro que me gusta especialmente. Lo estoy leyendo poco a poco para poderlo asimilar porque me parece que me va ayudar a reconciliarme conmigo misma en este tema del alcohólico. Dicho de otra forma, me parece que la bioquímica del cerebro de una mujer en mis circunstancias es proclive a generar estados capaces de provocar la “ciega-idiocia” en la que yo caí…  sin embargo lo que quiero ahora es escribir sobre el llamado gen de la fidelidad o de la monogamia. Parece que el ratón de la pradera se empareja para siempre porque el citado gen codifica un cierto receptor de vasopresina (una hormona ), la vasopresina llega a los receptores y el animalito queda “atrapado” en los encantos de su linda ratoncita para siempre. Los demás ratones, después del apareamiento, se van con la primera que pillan y les da lo mismo que les den una ración extra de vasopresina. La diferencia es un pequeño trozo de la cadena de ADN del gen de la monogamia, el que codifica los receptores de la hormona.
            ¿Y los humanos? Parece que hay 17 tamaños del famoso gen y que ahí radica también el comportamiento autista. En cuanto al comportamiento en pareja, todo funciona como ya podemos intuir,  a mayor tamaño, mayor cantidad de receptores y mayor fidelidad.
           ¿De qué talla es el de su macho?, por sus “obras” lo conocerán porque de momento el análisis no está disponible pero todo se andará. Los que les falta el pedazo no tienen más cura que la voluntad, ¡Ah! la cadena “no crece” así que no cambiarán.
          
¿Y el alcohol?. ¡Como siempre empeorándolo todo!

¡Ay el alcohol!