domingo, 12 de febrero de 2012

El perdón I

De momento vivo rodeada de libros de autoayuda y voy recuperando el movimiento normal del brazo. Ya puedo levantarlo hacia arriba casi sin molestia, puedo desplazarlo un poco hacia atrás, levanto pesos moderados y he empezado a hacer ejercicios para recuperar el músculo.
(¿Volveré a nadar sacando el brazo del agua y estirándolo?)
Empecé la rehabilitación un año y un día después de la agresión y voy todos días de lunes a viernes una hora hasta que me den el alta. Con la radiografía delante, el médico del Centro de Rehabilitación también dudó de mi afirmación de que no sabía cómo había sucedido… me “regañó” por ir después de tanto tiempo de producirse la lesión.
Sin embargo no mentí al principio, hasta ver la radiografía en la consulta y oir al médico decir “¡Esto tuvo que doler mucho”! no supe lo que le pasaba a mi brazo…
(… porque yo tampoco quise creerme lo brutales que fueron conmigo y bloqueé el recuerdo).
Quizá deba dar gracias porque, por separado, ninguno tiene más fuerza que yo quién sabe hasta dónde habrían llegado...  
(… Aquel día me hicieron daño físico, psíquico y económico. El daño físico fue “un extra” porque estando los dos se podían cubrir ante los tribunales -¡como fue!-, el daño psíquico no habían parado de suministrármelo desde el principio.)
¿Cómo sanar todo esto?
En el libro Aunque tenga miedo hágalo igual de Susan Jeffers, se usa la palabra poder como “el poder dentro del yo”…”poder sobre cómo se reacciona ante las situaciones de la vida, poder para hacer lo que sea necesario para el crecimiento, poder para crear alegría y satisfacciones, poder para obrar y amar” y después se lee:
…”los ególatras no tienen absolutamente ninguna sensación de poder: de ahí su compulsiva necesidad de controlar a los que lo rodean. Su carencia de poder los sitúa perpetuamente en una condición de miedo…Nadie es menos afectuosa que una persona que no tiene su propio poder y constantemente trata de obtenerlo de los demás. Esa necesidad patológica provoca toda clase de conductas manipuladoras”
Esa frase describe al individuo con el que tenido la mala suerte de encontrarme a estas alturas de mi vida. Es un ególatra que además es alcohólico. No puede dejar el alcohol porque, atrapado en su miedo de ególatra, siempre intenta dirigir-manipular a los terapeutas y para él nada es mejor que beber porque nunca tuvo el poder para amar.
¡Cómo he podido ser tan necia!
¡No me puedo perdonar!
¡Ay del alcohólico ególatra!