Muchas veces ante los fracasos nos paralizamos, culpamos a los demás de lo que nos sucede y nos quedamos quietos esperando a todo cambie. Es verdad que a veces el empeño de intentar una y otra vez lo que deseamos logra el milagro pero en otros casos, con esa esperanza, seguimos ahondando el pozo en el que nos hemos metido. Si estamos en un hoyo, llega un momento en el que sabemos con toda claridad que es necesario renunciar, salir del pozo, limpiarnos de las inmundicias que se nos hayan pegado y volver al camino de la vida luminosa…
Para algunos seres humanos los cambios son imposibles, otros lo hacen a duras penas y los mejores son como el ave Fénix: renacen de sus cenizas renovados por completo. Yo pertenezco al grupo de los torpes, me cuesta mucho.
…………¡en ello estoy!............
Casualmente el viernes pasado me llegó un correo de la autora de un libro sobre el perdón que se acaba de publicar. Hace meses asistí a uno de sus cursos y fue a ella a quién oí por primera vez la frase de que “el rencor es el veneno que se toma una persona para que se muera su enemigo”. Pertenece al grupo de mujeres a las que me gustaría parecerme, compraré y leeré el libro en cuanto pueda.
Mientras tanto he leído atentamente lo que dice en la propaganda que es más o menos lo que sigue:
1.-Necesitamos mucho valor para perdonarnos a nosotros mismos por nuestros actos y nuestras omisiones.
2.- Antes de perdonarnos tenemos que aceptar la verdad y asumir la responsabilidad de lo ocurrido hasta donde sea menester.
3.- Los hechos o actos (de otros) que nos han ocasionado daños y sufrimientos son sólo instrumentos para nuestro aprendizaje. Debemos de dejarlos atrás sin rencor y continuar hacia delante.
Casualmente hoy leo en mi agenda: “El hombre superior se culpa a sí mismo, el inferior culpa de todo a los demás”. (Confucio)
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Sigo mi ruta, con mi culpa a cuestas, hacia el perdón y la reconciliación. No se cuanta vida perderé hasta llegar, pero llegaré y volveré a ser feliz.
¡Ay el alcohol sin perdón!